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martes, 8 de marzo de 2011

Traicion Imperdonable- capitulo 6 (Cunning Angel)



Edward y Bella conforman un joven matrimonio, padres de la pequeña Nessie son testigos de cómo un engaño termina por devastar lo poco que les quedaba
¿Se puede salir adelante después de una traición imperdonable?

CAPITULO 6


Mentía cuando te decía quédate tranquila corazón!
nos separaremos en términos buenos
vuelvo con mi vida soy buen perdedor.
.
— ¿Cómo puedes ser tan cínico?
— ¿Perdón?
— Eres un cobarde.
— Buenas noches, Bella. — respondió seco mientras le daba la espalda a ella para dirigirse a su improvisado dormitorio. Iba a huir, él lo iba a hacer nuevamente, Edward la dejaría hablando contra una fría pared, sola.
No debería sorprenderla; sin embargo, por más que pasase el tiempo, por mucho que corriesen las horas, los días o las semanas su corazón no conseguía insensibilizarse, aún dolía. Hizo caso omiso a la punzada de malestar que oprimía su pecho, no.
No podía darse el gusto de llorar, no frente a él, contuvo el sollozo que peleaba por salir y lo reemplazó por una ira que amenazaba minuto a minuto con desgarrar su alma.
Simplemente era mucho más fácil odiarle…
Sin siquiera analizar sus acciones se aferró a su brazo, obligándolo a girarse y darle la cara. No podía soportar sus constantes huidas, no más. Su corazón no sería capaz de sobrellevarlo.
Una parte de ella quería que se fuese, que la librase de una vez por todas de esa verde mirada cargada de lastima y reproche. Sin embargo, la otra parte, por mucho que le costase admitirlo, anhelaba que volviese a ella... no sólo en lo físico, sino por completo, en cuerpo y alma, de la misma forma en la que le perteneció tiempo atrás.
Sabía que eso era imposible, tenía claro que Edward la había dejado de amar hace mucho tiempo, y estaba segura de que no se atrevía a pedirle el divorcio por Renesmee, lo cual le agradecía, ya que ella no se encontraba capaz de cuidar de su pequeña sola, por mucho que él pensase que su hija optaba por ella, ella sabía mejor que nadie que si no fuera por su esposo ella hubiese enloquecido hace mucho. Al perder a su primer hijo pensó que moriría de dolor, la culpa y el remordimiento le impedían conciliar el sueño. Sin embargo, Edward con su infinito amor y dulzura la impulsaron a seguir adelante, a darse una nueva oportunidad, a intentarlo nuevamente, más todo vestigio de aquel amor que alguna vez su marido profesó por ella persona había sido disminuido a nada.
— ¿Por qué insistes en mantener ese papel de fingida educación? — le enfrentó, rogando por que mostrase un ápice de honestidad, una pizca de comprensión de su parte o cualquier indicio de querer entablar una plática bastaría.
— ¡Deja de hablar con cortesía y discute conmigo! ¡Aclaremos las cosas de una maldita vez! — le gritó, desesperada y presa de rabia contenida. ¡Y como agradeció que su pequeña se encontrara en casa de sus padres! lo último que deseaba era que su hija fuese testigo de una nueva discusión.
Edward la observaba atónito. Su brazo no había dado muestras de querer liberarse de su agarre. Y ahí estaba… nuevamente esa maldita corriente que los había cegado en la mañana, cuando producto de un estúpido arrebato se besaron como si de adolescentes se tratase. No pudo evitar el estremecimiento que recorrió su cuerpo de forma impetuosa, pero si pudo contener el suspiro que peleaba por brotar de sus labios.
Sus hermosos ojos verdes la observaban serios, oscurecidos por el malestar. El ceño fruncido le otorgaba a su semblante un aspecto maduro, como si su esposo fuese un treintañero aun cuando no superaba los veintiséis.
Al pensar en lo duras que se mostraban sus facciones el dolor volvió. El sollozo que comenzó a acrecentarse en su garganta murió en ese mismo lugar, sin siquiera darle la oportunidad de salir a flote; escondió su dolor y le hizo frente al hombre que se encontraba a escasos centímetros de ella.
Furia contra furia, se desafiaban sus miradas. Verde sublime y mediocre marrón luchando por contrarrestar el tormentoso efecto que uno ejercía sobre el otro.
De forma egoísta y cruel los recuerdos de una hermosa juventud en compañía de su marido comenzaron a atormentarla, por lo que se vio obligada a bajar la mirada.
Aquellos besos, las caricias, las dulces palabras, el cálido aliento golpeando la piel expuesta de su espalda…todo eso formaba ahora parte del pasado, uno muy hermoso e irreal; pasaron de ser maravillosas vivencias a un nido de recuerdos.
Edward vio algo en su rostro, tal vez la intensa batalla que se desataba en su interior por esconder el martirio que la atormentaba, o tal vez fue un odio tan descomunal, que se vio obligado a bajar la guardia, no lo sabía.
Sólo tenía claro que por algún motivo él optó por relajar sus facciones, tal vez su mandíbula seguía tensa, pero sus ojos se mostraban serenos…compresivos, y ella podría apostar a que albergaban cierta ternura, quizás sólo vio lo que su ser completo anhelaba que existiese en él.
Tal vez simplemente su mente comenzaba a imaginar aquello que tanto deseaba, seguramente se encontraba tan desesperada y necesitada de cariño que comenzaba a ver cosas que no eran. Ridículamente esa teoría comenzaba a tomar mayor fuerza, fue entonces que sintió como un líquido tibio se deslizaba por su rostro hasta alojarse en sus labios.
Y se maldijo por ser tan débil, por ceder a los impulsos de su débil cuerpo y no haber conseguido contener el llanto.
Lamió con vergüenza los salados restos de las infames delatoras que la habían puesto en evidencia frente a su esposo.
Su esposo… que bien sonaba eso, demasiado hermoso para ser cierto. Edward podría ser su marido frente a todos, incluso bajo los estatutos de la ley, pero hace bastante tiempo que había dejado de comportarse como tal, y ella no podía culparle por ello.
Edward. Su Edward, su precioso y tierno novio de la juventud, el mismo que le tendió la mano una infinidad de veces.
¿Cómo pudieron perderse? ¿Cómo consiguió alejar a la única persona que le amó de verdad?
Una atracción irracional la impulsó a levantar la vista, y le miró…gran error.
Sus ojos se encontraban cargados de un profundo dolor y una cantidad inmensurable de…lastima.
¿Tan difícil era para él enfrentarla?
¿Tan poco le valía lo que tenían para inspirar algún sentimiento que no fuese compasión?
¿Tan insignificante le parecía que sólo sentía piedad por ella?
Claro… ayudemos a la pobre Bella.
Entonces, sin poder contenerse soltó una carcajada mientras secaba furiosamente las lágrimas que continuaban brotando de sus ojos con el borde de mi camiseta.
No había que ser adivino para deducir que su actitud estaba lejos de ser una muestra de felicidad.
¿Cómo podría serlo? Simplemente se encontraba superada ante lo irónico del asunto.
¡¿En qué momento lo había perdido todo?! ¡¿En qué segundo el amor de su vida la dejó de amar?!
Ella sabía muy bien el suceso que había gatillado su quiebre. No existía otro culpable que ella, su asquerosa cobardía y egoísmo habían sido lo suficiente fuertes para orillarla a cometer tal aberración.
Demasiado pronto sintió como una mano se dedicaba secar las lágrimas que quedaban por eliminar de su irritado semblante. Un suave y delicado roce la obligó a cerrar los ojos con fuerza, y esta vez sin poder contenerlo cayó presa de las débiles reacciones de su cuerpo y suspiró. Obviamente él lo notó, su tibio aliento golpeó su piel muy cerca de su boca… demasiado cerca, y entonces le besó.
La dulzura de sus labios le sumió bajo un manto de sueños y fantasías, en cada uno de ellos su esposo terminaba haciéndole el amor de la forma más dulce y tierna que una mujer podría siquiera llegar a soñar, logrando que ella quisiese llorar de alegría.
Edward le susurraría al oído lo mucho que la amaba, le diría que lo era todo para él, que ella y Nessie eran su razón de ser, que no conseguía imaginar una vida sin ellas a su lado.
Ella le respondería que jamás lo dejó de amar, que su corazón no le dejó de pertenecer ni un sólo segundo desde que se unieron en matrimonio. Le confesaría que, pese a sus diferencias y a la lejanía que se había interpuesto entre ambos, nunca dejó de desearle.
Él sonreiría contra sus labios para musitar en medio de sus alientos entrecortadas un simple, pero demasiado sincero 'Te amo'. Sin embargo, aquello no era un sueño, aquello estaba ocurriendo de verdad, Edward la estaba besando, su esposo se adueñaba de sus labios con tal ímpetu que supo desde un inicio la razón que le motivaba, ¡y como no saberlo!, sino era la misma que le incitaba a responderle el beso…Necesidad.
Un ápice de cordura comenzó a molestar en su interior. Intentó alejarlo y concentrarse en lo que en verdad importaba. Edward y ella besándose, los labios de su esposo devorando los suyos con un hambre propia de dos amantes que se reencuentran después de tiempo de añoranza y desesperación por ver al otro. Gimió contra su boca cuando su lengua se abrió paso en su interior y degustó de la exquisita humedad y tibieza que esta le proporcionaba. La dulzura que emanaban sus besos era un placer del cual jamás se podría terminar de acostumbrar, y lo había extrañado… por mucho que creyese haber estado al tanto de la situación, había sido una idota, nunca estuvo más consciente del problema real hasta ahora.
No sólo le había extrañado, sino que se encontraba más enamorada de lo que se creyó capaz alguna vez, incluso podría afirmar que lo amaba de una forma más profunda e intensa que en la época de su juventud. Tal vez se debía al saberle perdido, quizás fuese una mezcla profunda de arrepentimiento por el daño causado, e incluso fuese debido a que gracias a él concibió el mayor fruto de amor que puede existir.
Fuese cual fuese el motivo sólo se encontraba segura de una cosa, después de hoy las cosas se volverían mucho más dolorosas. Si ya de por sí era tormentoso encontrarse a pocos centímetros de él y sentir que se encontraban separados por kilómetros de distancia, a partir de mañana las cosas se le harían imposibles… Estaba segura de que no podría soportarlo, no era sano convivir bajo el mismo techo del ser amado, no en aquellas circunstancias, no cuando lo que los une es una hija y la honda necesidad de saberme querida. Simplemente no podría cargar con ese dolor, su cuerpo no resistiría más daño.
Por muy difícil que fuese, se armó de un autocontrol del que jamás se creyó capaz y de una forma que le me hizo hasta dolorosa deshizo aquella unión. Al instante su piel comenzó a extrañar la calidez de la su esposo. Mientras intentaba recobrar el aliento podía sentir la penetrarte mirada de Edward clavada en ella.
Sabía que se encontraba ruborizada y dadas las circunstancias aquello no la sorprendía en absoluto. Sin embargo, aún así no conseguía encontrar la valentía suficiente para elevar el rostro y encontrarse con los preciosos orbes esmeraldas de su marido, observándola con escrutinio. Finalmente relajó su postura y lo encaró, a estas alturas no conseguiría nada fingiendo, y su máscara de indiferencia no lograría engañarle, no cuando se había puesto en evidencia hace unos pocos minutos y prácticamente le había entregado a él su cabeza en bandeja de plata. Se encontraba cansada, no le quedaban fuerzas para seguir actuando y pretendiendo que todo iba bien y que nada le afectaba. Simplemente, ya no podía sobrellevar aquello.
— Tenemos que hablar— dijo con voz trémula. En aquellos momentos no con seguiría nada simulando seguridad.
— Te escucho— declaró él. Su voz se mostraba calmada, serena. ¡Y como lo envidió por ser ella la única débil en ese encuentro!, tan incierto y a la vez colmado de injustificada esperanza. Continuaban estando a escasos centímetros, tan cerca que su aliento tibio le golpeaba la frente cada vez que él exhalaba.
Sus ojos continuaban quemándola, no desviando en ningún minúsculo segundo la mirada de su rostro, sabía que él estaba esperando que ella dijese algo, también sabía que se suponía ella dijese algo. Sin embargo, no conseguía articular una mísera palabra.
No con aquel aliento golpeando con fiereza su piel, atrayéndole de forma casi hipnótica, no con sus ojos observándole con ardiente deseo, atrayéndola hacia su cuerpo, cual insecto encandilado en busca del farol.
Edward le regaló una sonrisa ladina antes de eliminar la distancia casi imperceptible entre ambos y juntar sus sedientas bocas una vez más.
— En vista de que no tienes más deseos de pelear, te recomiendo que no hablemos. Al menos no por ahora— musitó contra su boca, para al instante devorar con hambre insaciable sus labios de la forma más ferviente que alguna vez creyó posible.
Edward succionó con frenesí su labio inferior, la ansiedad era tanta que podía sentir esa sensible zona levemente irritada, pero aquello no importaba. A estas alturas ella se encontraba sumergida en una especie de realidad paralela, deleitándose con los exigentes besos de su esposo, gimiendo ante la ansiedad de sus caricias, degustando cada milímetro de su fogosa piel.
Era increíble pensar que ni siquiera se habían movido de lugar, continuaban en el pasillo, a pocos metros de la puerta del dormitorio de huéspedes, el dormitorio de él.
Sus demandantes labios liberaron los de ella únicamente para adueñarse de la sensitiva piel de su cuello. Succionó, mordió y lamió con suficiente delicadeza para no dañarla, con demasiada pasión para enloquecerla, y con un exceso de ternura para la situación en la que se encontraban, demasiado cuidadoso para ser necesidad, demasiado ardiente para ser cariño…
Si lo que se venía era sexo casual, no le importaría. Hace mucho tiempo que había renunciado a sus derechos como esposa, por lo que ahora no desaprovecharía una oportunidad para liberarse, no cuando era su esposo quien la estimulaba para enfrentar lo obvio.
Se obligó a si misma a no pensar en eso, por su salud mental y por intentar de una forma absurda proteger a su ya maltratado corazón de futuros desengaños.
Sexo, sólo es sexo Bella— se repetía mentalmente una y otra vez. Mientras sentía como sus fríos dedos se escurrían veloces bajo el horrible y nada sensual pijama rosa que traía puesto, logrando que evidente estremecimiento aprisionase su débil cuerpo, desde el inicio de su espina hasta la planta de los pies.
Jadeó en su boca cuando una de sus manos se introdujo en el delgado pantalón de algodón, y se vio obligada a esconder su rostro en su cuello cuando rozó de forma certera esa zona tan sensible que hace meses se encontraba intacta.
Edward sonrió orgulloso al notar la forma en que su cuerpo se desvanecía entre sus brazos, obviamente se sentía complacido al saberse causante de tantas reacciones involuntarias en su persona. Sin embargo, esclava de sus deseos, le fue imposible darle algún indicio de que su hipótesis fuese falsa.
¿A quien quería engañar? Llevaba meses soñando con ese día, anhelando sus caricias, su roce, muriendo por sus besos, suspirando en silencio mientras ocultaba las lágrimas que se le escapaban por las noches, al llegar la hora de dormir y encontrarse con una espaciosa cama vacía.
— Estás tan húmeda— susurró en su oído, antes de morderlo de forma sexy e insinuante. Liberó su intimidad sólo para que su cuerpo nuevamente cayese prisionero de un placer sobrenatural, en cuanto sus grandes manos se ciñeron con una angustia devastadora a sus caderas, uniendo sus pelvis de una forma tan sensual que llegó a ser dolorosa.
El percatarse de su estado de excitación actual trajo consigo una abrumadora tormenta de emociones. Su excitado sexo rozándola con descaro contra su entrepierna era indisputablemente satisfactorio, ella aún causaba ese efecto en él, tal vez no la amase, al menos no como antes, pero al menos le parecía atractiva y no le era indiferente.
— Bella, voy a hacerte el amor. Quiero hacerlo, te necesito, mi niña. — Ella no entendía del todo el sentido oculto en las palabras de su esposo, y tampoco quiso hacerlo. Era demasiado pronto para derrumbarse entre sus brazos y lamentarse por estar viviendo un engaño, tampoco quería terminar discutiendo otra vez. No en ese momento, no cuando estaba tan cerca de sentirle en su interior, abarcando cada centímetro de su cuerpo, permitiéndole degustar su piel, inhalar de su intoxicante y adictiva fragancia; claramente ese no era el momento para comenzar con una sesión de preguntas.
Quizás sí la necesitaba, ¿por qué no podría? Tal vez él de verdad estaba ansiando hacerle el amor, más que en disfrutar de sexo casual motivado por pura necesidad. Se convenció de que existía esa probabilidad, y decidió que debía aferrarse a ella con todas sus fuerzas.
¿Qué podría ir mal? Sólo soñaría con su lugar feliz unos minutos, una ilusión en la que su esposo le hacía el amor de la forma más dulce y apasionada posible, una en la que le repetiría al oído una y otra vez lo mucho que la amaba.
Se dejó llevar…
El placer era tal que se sentía incapaz de mantenerse en pie, y fue testigo de cómo su cuerpo comenzó a deslizarse por la pared de forma lenta y acompasada. Edward no se inmutó y descendió con ella, sin abandonar por un instante su labor, sus labios succionaban con premura la carne de su cuello. Su espalda apoyada contra la pared fue bajando hasta que se encontró sentada en el suelo, imposibilitada de emitir un solo sonido que no fuese un gemido.
Con sus ojos cerrados, sentada sobre la calida alfombra que cubría el pasillo y con su cabeza reposando sobre la pared, sólo podía oír los gemidos que brotaban de ambas bocas. Su nombre de su marido y el de ella nunca estuvieron cargados de tantas emociones contenidas, sonrió como idiota, mientras disfrutaba de cómo aquella exquisita boca devoraba a besos su cuello de manera frenética.
Finalmente quedo recostada sobre la superficie mullida, con el fogoso cuerpo de Edward situado sobre ella. Se encontraba hincado, con sus rodillas descansando a ambos lados de sus caderas. Su rostro se inclinó para depositar un casto beso en los labios de Bella y al instante se alejó, no alcanzó a extrañarlo ya que de inmediato comprendió su motivo.
Edward se encontraba aún sobre ella, sólo que estaba quitándose su camisa. No pudo obligar a sus ojos a desviar su objetivo, simplemente era imposible.
Sonrió con arrogancia al descubrirla prácticamente comiéndoselo con la mirada. Sin embargo, no dijo nada, tampoco ella. Por el contrario, los ojos de Edward se clavaron en su pecho, tragó pesado en cuanto comprendió sus intenciones. La nerviosa mirada de su marido era demasiado insinuadora para pasarla por alto. Esperó que le diese una afirmativa antes de comenzar a quitarle la camiseta rosa que traía puesta para dormir.
Una vez que asintió, el escalofrío no se hizo esperar ante el ardiente roce de aquellos dedos sobre su piel. Edward la observó como no lo hacía desde hace meses, con deseo, con entrega, con amor. Sus manos se desviaron hacia la parte baja del pijama y a los segundos él ya lo había quitado, llevándose su ropa interior con ellos.
Sus torpes manos- producto de la ansiedad- le desabrocharon el pantalón de tela.
— Te extrañaba— le susurró su esposo al oído, para penetrarla al segundo siguiente.
Enrolló sus brazos en torno a su cuello mientras inhalaba el exquisito perfume impregnado en su piel, intentando guardar en su memoria ese instante de forma indeleble. Las embestidas de Edward no eran suaves, ni delicadas, eran fuertes e intensas, y Bella lo agradeció. Lo necesitaba, de la misma forma en la que asumió que él la añoraba.
Era un hecho, sus cuerpos hablaban por sí mismos, tal vez llevaran tiempo distanciados, pero la gloriosa forma en que ambos cuerpos encajaban de manera sublime y correcta, la forma en que se reconocían, que demostraban la necesidad y devoción por el otro, era más que suficiente para que le convenciese de que sus palabras eran reales.
El sí la extrañaba.
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— ¿Que haces aquí? ¿Estás loco? si mi padre te ve te mata, y sabes que no estoy bromeando.
— ¡Lo sé! pero necesitaba verte.
— Edward, han pasado sólo dos horas desde que me dejaste en casa ¡Hemos pasado toda la tarde juntos!
— Por eso mismo amor, son 120 minutos sin verte, extraño tu perfume, el sonido de tu voz, la calidez de tu aliento... el sabor de tus besos...
— Estás loco.
— Si, tu me tienes así, pero, si he de morir de alguna forma, feliz lo haría disfrutando de esta hermosa locura llamada amor. Por favor, Bella, déjame entrar...
— Si Charlie te ve te mata.
— Lo sé, entraré bajo mi propio riesgo.
— Tonto.
— Hermosa.
— ¡Eres todo un caso!
— Y tú eres... Eres mi todo, Bella.
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Despertó sobre una superficie blanda y cómoda, claramente no se encontraba en el sitio en donde se había dormido la noche pasada.
Una ola de nervios la invadió en cuanto recordó las febriles escenas de su esposo y ella en aquel pasillo. No pudo reprimir el suspiro ni la sonrisa idiota que se tatuó en su rostro en ese instante. Por inercia giró sobre su cuerpo, solo para encontrar el otro costado de la enorme cama matrimonial frío y vacío.
Nuevamente las lágrimas no se hicieron esperar, estúpida, esa era la única palabra que podría definir su actitud de anterior.

8 comentarios:

shalom dijo...

o por Dios ed.. le hizo el amor a la podre de bella... pero porque la dejo sola y que va a hacer con el bb que espera la otra... ya quiero saber si se queda con su mujer con su bella o con la otra con la secre... mmm dificil dilema....

LISY dijo...

Que buen capitulo. Gracias a Cunning Angel por escribirlo y a ti Coka por publicarlo a pesar de que no te encuentras bien.

Besos y Carinos,

LISY

nydia dijo...

HOLA chicas espero estan bien me encanto este capitulo esta genial pero no entiendo x que el despues de estar con ella la deja sola....Sigue asi...Besos...

Camilaloto dijo...

Graciaaaaas Cunning, pero nooooo quise que amaneciera sola, otra vez no, Edward que le haces dañoooooo! Muerooooooooooooo!
Y ahora a esperar, que pasa. Que explicación nos dara jejeje

^^

Coka recuperate pronto, del resfriado, de tu caída, cuídate mujer!!

Lizzy dijo...

A donde se fue?? pero es tonto o se hace??
el quería una oportunidad, ella se la dio y el se la cago de nuevo.
Cuidate mucho y nos leemos siempre...
http://miangelpersonal.blogspot.com/

auramont. dijo...

wouuuu me desarmaste con este episodio, las emociones y sensaciones demaciado conocidas y vividas me hicieron recordar una etapa de mi vida ya olvidadad y superada que quema aun, cuando la ves desde tu perspectiva.
una ves mas te felicito y por favor visita mi fic el despertar de bella ambas ablamos de las emociones de los personajes usando nuestras emociones para imprimirlas a la historia, pero estoy segura que tu ocupas mucho de tus sentimientos para plasmarlo en este tremendo fic, sigue escribiendo besos Auramont.

ANDRES dijo...

paso,el blog esta cada dia mejor!!!
pasa por mi nuvo blog y echale una miradita a mi historia TIERRA DE NADIE http://otravueltadetuerca--charly.blogspot.com/

Phoebe Caulfield dijo...

¡Me encantó el capítulo!
Se nota que las faltas de ortografía fueron "dedazos" o errores de tipeo, como se conoce comúnmente.
Te felicito. Mucho.
¿Sabes?, me súper gustan los fics y a veces encuentro historias originales que me enganchan, pero en trayecto encuentro errores horribles, intragables y se me quitan todas las ganas de seguir leyendo.
En serio, eres máxima.
Saludos,
P.C.

PS: Muero de ansiedad por leer el próximo capítulo. Espero que, Edward la haya dejado sola porque fue al baño, no sé, sólo bromeo.
PSS: Me encanta tu blog. Soy fans.