Parte 06


Estaba contemplándola mientras recordaba detalle a detalle cómo me había dejado seducir por mi muy apetecible esposa. Sonreí internamente.

No tenía remedio… definitivamente Bella tentaba contra todo mi autocontrol y cordura.

Había caído tan lastimeramente fácil… pero no creo que alguien pudiese culparme, después de todo, estaba más que desesperado por hacerle el amor a mi esposa.

Tenía los brazos detrás de mi cabeza y miraba hacia el techo, no podía dejar de rememorar la noche anterior. Una boba sonrisa luchaba por adornar mi rostro, pero no me lo permití. Toda la noche había estado expectante buscando sobre su piel algún recuerdo de mi pésimo autocontrol… pero no apareció ningún cardenal nuevo. Suspiré aliviado y a la vez con remordimiento; hasta que viera a mi Bella despierta y me asegurara que estaba bien, no me atrevería a celebrar… si es que podía llamarlo así.

Bella se removió un poco y fingió seguir dormida. No era tan tonto como para no percatarme de los movimientos de su pecho cuando cambiaba el ritmo a consiente, pero esperé a que ella me hablara.

Poco a poco se fue incorporando buscando mi mirada. Se colocó sobre un hombro para poder verme.

— ¿Estoy metida en un lío? —preguntó suavemente.

—En uno bien grande. —le respondí. Ella no se quejaba de dolor, ni nada parecido, al parecer estaba bien. Volteé a verla y por fin me permití sonreír con suficiencia.

Ella suspiró, me atrevería a decir que con alivio.

—Lo siento…no pretendía… Bueno, no sé exactamente que me pasó anoche —sacudió la cabeza.

—No llegaste a contarme de que iba tu sueño.

—Supongo que no… pero más o menos te mostré de que iba. —dijo con una risita nerviosa.

—Oh —dije. Mis ojos se ensancharon y luego los entrecerré al recordar a Bella succionando mí… —Interesante…—necesitaba controlar mis emociones y mis pensamientos. Eso de que el sexo para los de mi especie es como un frenesí no era una mentira como muchas veces había pensado. Tenía que ser delicado.

—Era un sueño muy bueno —murmuró.

Uno muy, muy bueno si era la mitad de lo que había sucedido anoche.

— ¿Estoy perdonada?—preguntó al ver que yo no respondía nada.

—Me lo estoy pensando.

La verdad es que Bella había tentando contra su vida seduciéndome como lo había hecho, rogándome como me había rogado. Pero era tan débil a sus encantos… tan débil a sus necesidades… tan débil por su exquisito cuerpo. No era culpa de ella, era culpa mía.

Se sentó examinado a su alrededor. Pero de repente padeció de vértigo. Se tambaleó y cayó de espaldas sobre las almohadas.

—Whoa… un mareo.

Inmediatamente las rodeé con mis brazos.

—Has dormido mucho, doce horas.

— ¿Doce? —preguntó extrañada.

Empezó a explorarse disimuladamente, como intentando que yo no me diera cuenta… buscaba lesiones nuevas. Por un momento me enfade conmigo mismo, pero me calme. Era lógico que ella buscara heridas… después de todo, había pasado la noche con un monstruo. Pero todo estaba bien, lo había hecho bien. También se estiró y gimió quedito. Era señal de que se encontraba bien.

— ¿Está todo lo del inventario?—pregunté.

Asintió tímidamente.

—Parece que todas las almohadas han sobrevivido.

Me reí internamente al recordar la escena de su cabello lleno de plumas. Menos mal que esta vez no había sentido ganas de morderla.

—Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de tu… ehm… camisón. —inclinó la cabeza hacia los pies de la cama, donde trozos de encaje negro estaban esparcidos sobre las sábanas de seda.

—Vaya… ese me gustaba —dijo.

—A mi también.

— ¿Hay más bajas? —preguntó tímidamente.

—Voy a tener que comprarle a Esme una cama nueva —confesé, mirando por encima del hombro el resto de lo que se supone era la cabecera.

Ella siguió mi mirada ya que la escuché exclamar sorprendida.

—Hmm… cualquiera pensaría que yo tendría que haber oído eso. —musitó frunciendo el ceño.

—Parece ser que no eres nada observadora cuando tu atención está puesta en otras cosas.

—Estaba un poco absorta —admitió, sonrojándose.

Su rubor era tan dulce. Amaba verla reaccionar así. Toqué su mejilla y traté de grabarme esa hermosa reacción de su cuerpo. Suspiré.

—Voy a echar de menos esto, mucho.

Me miró preocupada y yo la miré tranquilo. Estaba en paz conmigo mismo.

— ¿Qué tal estás?

No pude evitar reírme. Bella tenía cara de niño cachado en infraganti cometiendo una travesura.

— ¿Qué? —preguntó frunciendo el ceño.

—Pareces sentirte culpable, como si hubieses cometido un crimen.

—Me siento culpable.

—Sedujiste a tu demasiado dispuesto marido. No es un pecado capital.

Me falto agregarle el "Muy" demasiado "y desesperado" dispuesto marido. Ella se abochornó y sus mejillas se tiñeron de carmesí.

—La palabra seducción implica cierta cantidad de premeditación.

—Puede que esa no fuera la palabra apropiada —concordé.

— ¿No estás enfadado?

¿Cómo podría estar enojado de algo que moría por hacer? Algo que había gozado y disfrutado. Su calor, su sabor, su olor, su… no, definitivamente no estaba molesto.

Le sonreí tenuemente.

—No estoy enfadado.

— ¿Por qué?

—Bueno… — ¿Cómo explicárselo? Ella estaba bien. Yo me encontraba de maravilla. La cabecera había sido la única víctima. —No te he hecho daño, al menos. Esta vez fue más fácil controlarme, canalizar mis excesos — mis ojos apuntaron al pobre cabecero—Tal vez porque tenía una ligera idea de que esperar.

Una preciosa sonrisa se extendió por su cara.

—Te dije que era cuestión de práctica. —reprochó sonriente.

Puse mis ojos en blanco. Esa mujer no tenía remedio. Pero a pesar de sus disparates y locuras… la adoraba. Su estomago rugió y me reí de mi hambrienta humana.

— ¿Hora de desayunar para los humanos? —pregunté.

—Por favor —dijo, saltando de la cama. De nuevo al levantarse se tambaleó en un intento de recuperar el equilibrio. En segundos ya estaba sujetándola antes de que se estampara.

— ¿Estás bien?—pregunté realmente preocupado.

—Si en mi próxima vida no tengo mejor sentido del equilibrio, pediré un reembolso.

Mi bella esposa no tenía remedio. Le sonreí de nuevo y la solté suavemente. Una vez estableció el equilibrio fue hacía el closet y sacó unos jeans, ropa interior y una blusa. La vi vestirse con más gusto que el que debería. Cuando terminó de cambiarse, ya tenía ganas de desvestirla de nuevo y someterla a mi cuerpo… pero ella tenía que desayunar. Me resigné a sonreír y a ponerme el pantalón con pesadez. Traté de recoger un poco el desastre que había hecho mientras ella iba a la cocina y preparaba su desayuno. Tomé del suelo el sexy camisón hecho tiras. Suspiré al recordar a Bella fundida en el, como si fuese una segunda piel. Gruñí con la mandíbula apretada… esa mujer me excitaba a sobremanera. Me obligué a respirar. Una vez medio recogido el cuarto alcancé a Bella en la cocina.

Se encontraba cocinando unos huevos, con semblante impaciente. De hecho, los huevos no estaban bien cocinados cuando ya los había sacado de la sartén y vilmente aventado en el plato.

— ¿Desde cuándo comes huevos con la yema casi cruda?

—Desde ahora.

— ¿Sabes cuantos huevos has comido sólo durante la semana pasada? —agarré el cubo de basura que estaba debajo del fregadero y le mostré el bote repleto de carteras de huevo.

—Qué raro —dijo después de tragar un bocado—Este sitio está cambiando mi apetito, pero me gusta estar aquí. Aunque tendremos que irnos pronto, ¿no?, para llegar a Dartmouth a tiempo. Wow, si hasta tenemos que encontrar un sitio para vivir y todo…
¿Dartmouth? ¿Era en serio?

Me senté a su lado.

—Puedes dejar ya de fingir acerca de la universidad, ahora que ya conseguiste lo que querías. Y no habíamos llegado a ningún acuerdo, así que no hay nada que te ate.

Resopló entrecerrando sus ojos.

—No estaba fingiendo, Edward. No me paso el día tramando cosas, como alguien que conozco. ¿Qué podemos hacer para agotar hoy a Bella? —dijo, tratando de imitar mi voz.

Eso me robó varias carcajadas.

—De verdad que quiero un poco más de tiempo como humana —se inclinó para acariciar mi pecho desnudo. —Aún no he tenido suficiente.

Esa caricia me hubiera provocado taquicardia… claro, si mi corazón latiera. Sexo. De eso se trataba todo. Le dirigí una mirada dubitativa.

— ¿De esto? —pregunté, tomando su mano y moviéndola hacia mi bajo vientre. — ¿El sexo ha sido la clave todo este tiempo? —Puse los ojos en blanco — ¿Por qué no pensé en ello antes? —dije sarcásticamente —Me hubiese ahorrado unas cuantas discusiones.

—Sí, probablemente —contestó riéndose.

—Eres demasiado humana —repetí.

—Lo sé.

El principio de una sonrisa tiró de las comisuras de mis labios hacia arriba.

—Así que... ¿vamos a ir a Dartmouth? ¿En serio?

—Probablemente me echaran después del primer trimestre.

—Seré tu tutor — mi sonrisa se dio el lujo de expandirse. —Te va a encantar la universidad.

— ¿Crees que podremos encontrar un apartamento a estas alturas?

Hice una mueca de culpabilidad. Habíamos comprado una casa a solo unas cuadras de la universidad. Había tenido la esperanza de que la cordura regresara a Bella y aceptara asistir a mi lado.

—Bueno… la verdad es que… ya tenemos una casa allí. Sólo por si acaso, ya sabes.

— ¿Has comprado una casa?

— Las propiedades inmobiliarias son buenas inversiones.

Levantó una ceja.

—Así que estamos listos para ir.

—Tendré que preguntar si podemos quedarnos tu coche "antes de" durante un tiempo más.

—Sí, que el cielo no permita que no me encuentre protegida contra tanques.

Sonreí burlonamente.

— ¿Cuánto tiempo nos podemos quedar? —preguntó.

—Vamos bien de tiempo. Unas semanas más, si quieres. Y así podríamos visitar a Charlie antes de irnos a New Hampshire. Podríamos pasar las navidades con Reneé…
Su sonrisa se desfasó por unos segundos. Su mente parecía viajar por lugares que la confundían. Pero en instantes recuperó el semblante.

—Unas semanas más —acordó. —Y estaba pensando… ¿te acuerdas de lo que decía sobre la práctica?

Me reí de mi encantadora y seductora esposa. Pero antes de que pudiera decirle nada, escuché un barco casi en el muelle. La limpieza por fin había llegado.

— ¿Puedes esperar un momento? Oigo un barco, los de la limpieza deben estar aquí. Deja que le explique a Gustavo el desastre de la habitación blanca, y después podemos salir. Hay un lugar en la jungla, en el sur...

—No quiero salir. —me interrumpió. — Hoy no pienso caminar por toda la isla. Quiero quedarme aquí y ver una película.—dijo con tono contrariado.

Apreté los labios, conteniendo la carcajada que luchaba por materializarse.

—Está bien, como prefieras. ¿Por qué no eliges una mientras voy a abrir la puerta?

—No he oído a nadie tocar.

Me puse a escuchar atentamente. Ya estaban aquí. Un pequeño repiqueteo sonó en la puerta dándome la razón. Le sonreí en señal de victoria y me dirigí al pasillo.

Le abrí a Gustavo, un hombre grueso bajo y moreno y a Kaure, una mujer delgada, bajita y también morena. Los saludé en portugués y ellos rápidamente respondieron. Empecé a explicarles más o menos el desastre de la habitación blanca, diciendo que habíamos tenido una "pelea de alhomadas". Los guié a la habitación y también les pedí que limpiaran la cocina ya que mi adorada esposa "Bella", había tenido un apetito voraz. Gustavo sonrió en dirección a Bella y ella se limitó a sonrojarse. Kaure al percatarse de la presencia de Bella se asustó. No decía nada, pero su mente recordaba historias de su tribu en donde el Libishomen, bebía la sangre de mujeres hermosas. Y según ella, yo cumplía todas las características de ese demonio. Temió por la seguridad de la hermosa Bella y por un momento quiso advertirle. Decidí intervenir, así que concentré su atención en mí y los guie de nuevo a la habitación blanca. Asintió tímidamente y prosiguieron a hacer su trabajo.

Ya cuando se habían encerrado en el cuarto, caminé rápidamente hacia mi esposa y la envolví en mis brazos.

— ¿Qué pasa con ella? —preguntó Bella rápidamente.

Me limité a encogerme de hombros.

—Kaure es mitad india, de la tribu Takuma. Fue educada para ser supersticiosa, o también se podría decir para que fuera más cauta, al menos más que aquellos que viven en el mundo moderno. Sospecha lo que soy, o casi. Aquí tienen sus propias leyendas. El Libishomen, un demonio que bebe sangre, y se alimenta en exclusiva de mujeres hermosas.

En eso definitivamente Kaure tenía razón. Bella era una mujer hermosa… más que hermosa… era simplemente perfecta. "Moría" por volver a hacerla mía. Le lancé una mirada lasciva.

—Parecía aterrorizada —dijo.

—Y lo está. Pero principalmente está preocupada por ti.

— ¿Por mí?

—Tiene miedo porque te tengo aquí conmigo, a solas —Ahogue una risita, y clavé la mirada en la estantería. Si supiera que estaba aquí… para simplemente para amarla y hacerle el amor. —Bueno, ¿Por qué no escoges algo para ver? Eso es algo humano y aceptable.

—Sí, estoy segura de que una película la convencerá de que eres humano — se rió, y se puso de puntillas para rodearme el cuello con los brazos.

Yo me agaché para que sus labios pudieran alcanzar los míos, y la rodeé con mis brazos, apretándola a mi cuerpo y elevándola para dejarla a mi altura. Estaba desesperado por probarla. Por verla fuera de sí. Por tenerla desnuda quemando mi gélida piel.

—Película, pfelicula —murmuró, mientras mis labios ansiosos se deslizaban hacia su garganta y ella enterraba los dedos en mi cabello broncíneo.

Oh, no… la está matando

Kaure gritó. Tuve que soltar a Bella. La supersticiosa Brasileña pensaba que estaba "comiéndome" a Bella. Nos miraba con terror desde el pasillo con sus cabellos negros llenos de plumas cargando una bolsa llena de más plumas. Al comprender la escena y ver que Bella estaba bien, se disculpó apenada y siguió su camino.

— ¿Estaba pensando lo que pienso que estaba pensando?

Me reí de su "pensando-pienso-pensando"

—Sí.

—Está —dijo, estirándose para agarrar una película al azar —Ponla, y podemos fingir que la estamos viendo.

Era un viejo musical lleno de caras sonrientes y vestidos vaporosos.

—Muy "luna de miel" —aprobé.

Bella se acurrucó en mis brazos en cuanto sonó la primera canción del musical. Yo estaba más que encantado de tenerla cerca de mí.

— ¿Vamos a volver a la habitación blanca? —preguntó distraídamente.

—No sé… Ya he destrozado el cabecero de la otra cama, sin posibilidad de reparación alguna. Puede que, si limitamos la destrucción a una sola zona de la casa, Esme vuelva a invitarnos algún día.

Sonrío abiertamente.

— ¿Así que va a haber más destrucción?

Tenía una cara de picardía y de ilusión que no podía con ella. Me reí.

Por supuesto que la abría.

—Creo que sería más seguro si es algo premeditado, en vez de esperar a que me ataques otra vez.—Recordé su asalto nocturno y mi deseo comenzó a picar. Tenía que esperar… Gustavo y Kaure aún estaban limpiando.

—Eso es sólo una cuestión de tiempo —admitió. Su corazón comenzó a bombear desatado e irregular.

— ¿Tienes algún problema de corazón?

—Nop. Estoy sana como un caballo. ¿Querías ir a hacer un reconocimiento de la zona de demolición ahora?

Claro que por supuesto que sí.

—Sería más educado esperar a estar solos. Puede que tú no te enteres cuando rompo los muebles, pero a ellos probablemente les daría un buen susto.

Hizo un hermoso puchero y frunció sus labios.

—Es verdad. Mierda.

Seguimos viendo la película mientras Gustavo y Kaure seguían haciendo lo suyo sigilosamente por la casa. Vi a Bella cabecear una que otra vez, se estaba quedando dormida, pero se obligaba a seguir contemplando el musical. Me preocupé un poco por su excesivo cansancio. Escuché la mente de Gustavo agradecida de haber terminado. Fueron cuestión de segundos cuando escuché su voz avisándome que ya habían finalizado su labor. Me incorporé, sin separar a Bella de mi cuerpo. Agradecí a Gustavo y le comuniqué que si los volvíamos a necesitar los llamaría. Él asintió y camino silenciosamente hacia la puerta.

—Ya han terminado.

—O sea, qué ¿ahora estamos solos?

— ¿Qué tal si comes primero? —sugerí. Bella necesitaba de todas las fuerzas posibles.
Ella se mordió el labio y estuve a punto de desistir de que comiera algo. No tenía idea lo que ese simple gesto provocaba en mí.

Le sonreí mientras miraba como se debatía por dentro, tomé su mano y la llevé hasta la cocina. Era obvio que si tenía hambre.

Le cociné yo esa vez. Hice bastante comida con abundante verduras. Necesitaba que estuviera vitamina y fuerte.

—Esto se me está yendo de las manos —se quejó, cuando terminó su enorme plato.

— ¿Quieres ir esta tarde a nadar con los delfines? ¿Para quemar las calorías? —pregunté. Quizás quería hacer un poco de ejercicio para no sentirse tan culpable por todo lo que había engerido. Nadar era algo muy saludable.

—Tal vez más tarde. Tengo otra idea para quemar calorías.

— ¿Si? ¿Y qué es?

—Bueno… todavía queda un gran trozo de cabecero en la cama…

Quise gruñir. Pero me controlé, ella lo había pedido y yo no podía más que complacerla. Desesperado la tomé entre mis brazos y silencié sus labios con los míos mientras corría a toda velocidad a la habitación azul.

Volvería a proclamarla como lo que era… mía.

Ahahahaha se nos viene el siguiente lemmon, y les juro que como batallo!! Ahahahaha Edward es muy complicado, pero supongo que ese es su encanto. 

¿Aullidos para esta lobita Alpha?