La aventura en Isla Esme desde el punto de vista de Edward. Sin tapujos. Sin penas… solo amor puro.

Disclaimer: Todos los personajes y nombres le pertenecen a Stephenie Meyer, aunque en las noches Jacob es mío, en el día Edward, y también me presta a Ian, a Jared y a Gabe… para los fines de semana… hahaha

MALDITA MEYER!! PORQUE HACE HOMBRES TAN IRRESISTIBLES!!!



Parte 05
CAPITULO CON LEMON

Original de Kokoro Black


Rugí ante la impotencia de poder negarle algo.

Rugí ante las ansias que me estaban volviendo loco.

Rugí cuando miré ese maldito camisón de encaje que me estaba trastornando.

Tenía que controlarme.

Miré sus vulnerables ojos y no pude evitar sentí la necesidad de consolarla. Tomé su nuca y la besé estrechándola suavemente entre mis brazos, solo quería tranquilizarla. Ella, se agarró de mis hombros y se apretó contra mi gélido cuerpo, ladeó la cabeza y me besó con pasión.

Con esta mujer la disciplina no me servía de nada. En aquellos momentos, lo único que quería hacer era bajarme los pantalones y penetrarla.

Tranquilo Edward…

Tranquilo un cuerno, le haría el amor como se debía… no podía detenerme.

Deslicé mi mano y sentí su trasero en mis dedos. Apreté una nalga, confirmando su firmeza y su suavidad. Bella gimió y echó sus caderas hacia delante, momento que aproveché para deslizar una mano entre nuestros cuerpos, hacer a un lado el elástico de sus braguitas y acariciarla entre las piernas.

Estaba húmeda y excitada. Y apenas estábamos empezando. Comencé a acariciarla y Bella me recompensó suspirando mi nombre.

—Me excitas mucho—confesó—. Te necesito, Edward… aunque tú no me necesites a mí.

Apreté los dientes y un extraño gemido-gruñido brotó de mi garganta.

—Claro que te necesito. Ni tienes idea de lo mucho que había ansiado tenerte así… 
desnuda, en mi cama… escucharte gemir de nuevo. — confesé con voz ronca

—Pero es que tú… bueno… no quieres… yo pensé que…
Volví a gruñir y mi mano libre la llevé a sus labios.

—No vamos a volver a discutir por esto. Te amo ¿Sí? y es lo único que importa.

Bella me vio con lágrimas en los ojos y estos mostraban cierta decepción.

— ¿Qué sucede? —pregunté preocupado.

—Por eso lo estás haciendo ¿verdad?

— ¿Qué cosa? —pregunté frunciendo el ceño.

—Esto. — nos señaló a los dos. —Solo lo haces porque me amas ¿no es cierto?

Todo hirvió dentro de mí. ¿No le había dicho ya lo mucho que lo había disfrutado y que había sido la mejor experiencia de mi vida?

Mucho más que la mejor experiencia de mi vida.

—Es cierto.— Vi una lagrima correr por su mejilla y la limpié en un segundo. —Te amo, pero no hago "esto" —pronuncié haciendo énfasis en el "esto"— sólo porque te ame. Lo hago porque además de que te amo… te deseo con todo mi ser… con todo mi cuerpo… ¡Maldita sea Bella!, solo mírame… siénteme.

Bella bajó su vista y se posicionó en mi erección que tiritaba desesperada por salir de mi pijama y fundirse en su carne. Bella se mordió los labios de una manera tan sensual -que solo quería comérmela a besos- y sonrió nerviosa.

—Si es así… hazme tuya, Edward… por favor. No puedo esperar más.

Gruñí suavemente. Llevé mi mano al camisón con toda la intención de deshacerme de él, pero en mi frustración lo hice tiras. Eso hizo que la alerta se encendiera en mi cabeza.

Ten cuidado, podría haber sido su brazo…

Cerré los ojos; estaba aterrado de lastimarla, pero aún así mi mano seguía trazando suaves círculos sobre su dulce botón.

Cálmate Edward. Solo amala. Amala como se debe y vivirá.

Su olor se hizo más adictivo y adiviné que era por la excitación líquida que ya empezaba a bañar su muslo. Que suculento manjar me esperaba en la fuente ubicada entre sus piernas. Tan solo recordar como había bebido de su cavidad la vez anterior, hacía que la ponzoña bañara mi boca.

Arranqué la molesta braguita que privaba mi vista del paraíso. Contemplé por completo el cuerpo de mi esposa. Era tan hermosa, tan perfecta… observé sus delicados hombros y los suaves montes de sus pechos. Cuando acaricié uno de los rosados pezones con el pulgar y respondió visiblemente, tuve que contener un grito de alegría.

—Edward…

Bella cerró los ojos al no poder más y enterró sus dedos en mi cabello. Todo con ella era tan condenamente erótico. El contraste de mi fría lengua con su cálida piel, hacía que me dieran escalofríos por todo el cuerpo. Quería más sensaciones como esa… quería más sensaciones junto a Bella.

Llevé mis dos manos a sus pechos y empecé a masajearlos mientras probaba de su piel. Suave, despacio, con calma… claro que me estaba costando un terrible trabajo, pero mi amor por Bella era más fuerte que eso. Mi amor por Bella lo era todo.

Bella gemía mi nombre y mi pecho se inflaba de orgullo al conocerme el autor de sus gemidos y suspiros. Miré su hermoso rostro en forma de corazón y sonreí al ver sus mejillas tan coloradas como un rubí.

Bella siempre había sido muy transparente. Aunque sus pensamientos eran un misterio y al principio me era tan difícil entenderla… ahora la conocía a la perfección.

Y mi conocimiento me decía, que ella estaba tan excitada como yo lo estaba.

Acaricié los hermosos muslos de mi esposa. Que suave era la piel de esa incitadora mujer. La única vez que la había hecho mía me había sorprendido lo suave que era esa área.

—Edward.

—Dime… —contesté jadeando.

—Esta vez, quiero ser yo quien pruebe de ti. Yo también quiero tocarte.

— Y lo harás. —Le prometí, mientras me giraba y con delicadeza la colocaba sobre de mi. —Soy tuyo.

Vi el deseo en su rostro y sus labios se curvaron levemente hacia arriba.

—Mío. — repitió mientras sus suaves manos recorrían mi torso desnudo.

Mi mucho o mi poco autocontrol se había echó pedazos. Estaba igual o más excitado que la primera vez que habíamos intimado.

Su tibia boca besó mi duro pecho y solté un quejido. Su lengua empezó a quemarme la piel y no sabía cómo reaccionar a tan maravilloso ataque.

—Eres perfecto. —murmuró ella en su camino hacia abajo.

Cuando se encontró con el elástico del pijama, hizo un tierno puchero y posó sus manos a ambos lados de mi cadera. Jaló y en cuestión de segundos mi erección estaba a su vista… esperando por ella.

Bella se relamió los labios y lentamente abrió su boca para bañarme con su húmeda lengua. Quise agarrar su rostro y acariciar su cabello, pero temí por su seguridad. En ese momento me sentía muy fuera de mí. Jamás había imaginado lo endemoniadamente bien que se sentiría tener mi masculinidad dentro de su jugosa boca.

Mi esposa colocó una de sus manos sobre la base de mi erección y me tensé gruñendo en el instante que empezó a masajearme. Eso, más el efluvio de su boca lograron trastornarme. Necesitaba estrecharla en mis brazos, tomarla y arremeter sus caderas contra las mías.

Lo más coherente que hice fue alargar mi brazo a la cabecera y apretar con fuerza. Necesitaba canalizar todo lo que sentía antes de que hiciera alguna estupidez.

Una vez

Dos veces

Tres veces

Su boca entraba y salía con ansias.

Seis veces

Su mano subía y bajaba cada vez más rápido.

Nueve veces

Un estridente crujido se mezcló a mis gemidos. Un trozo de la cabecera de la cama yacía en mi mano. Solté una blasfemia y lo aventé. No podía concentrarme más que en Bella… y en mi maldita excitación. Estaba tan cercas…

Rugí al aire y tomé sus hombros con urgencia para dirigirla a mis labios. Abrí mi boca y metí mi lengua, que parecía luchar contra la suya. Me saboreé en su boca…

Maldita fuera mi debilidad… no podía más.

La volteé de nuevo, sometiéndola bajo mi cuerpo. La vi a los ojos y mi mano descendió trazando figuras por su piel.

—Te deseo y necesito estar dentro de ti… ya.— musité con desesperación.

Bella gimió a medida que me fui acercando al centro de su feminidad y suspiró cuando rocé con las yemas de los dedos su humedad.

Ladeé la cabeza para verle la cara mientras me posicionaba entre sus piernas y la penetraba poco a poco. Bella tenía los ojos casi cerrados y se estaba mordiendo el labio inferior.

Sentí que movía levemente las caderas, instándome a que la penetrara por completo, pero no lo hice… esperé, prolongando el momento… prolongando la agonía.

Cuando ya no pude más, cuando la necesidad y el deseo me sobre pasaron. Justo en aquel momento, me di cuenta de que no podría controlarme al cien porciento. Pasaría lo mismo. La dañaría. Estuve a punto de echarme para atrás pero Bella levantó sus caderas con mucha más potencia y no tuve fuerzas para retirarme.

Necesitaba poseerla en ese mismo instante, así que tomé sus senos en las palmas de mis manos, le apreté los pezones, me ajusté flexionando un poco las rodillas y la penetré hasta el fondo.

Bella gimió y gritó mi nombre, dejó caer la cabeza hacia delante, exponiendo la delicada curva de su cuello, momento que aproveché para mordisquearla y lamerla. Cuando Bella echó las caderas hacia atrás, sentí un escalofrío de pies a cabeza.

No sabía cuál era la diferencia de la vez pasada, pero estaba mucho más consciente de mi cuerpo y de mis movimientos. Eso sí, no era nada sencillo sintiendo como las paredes vaginales de Bella me abrazaban en cada arremetida y como se aflojaban en cada retirada.

Mis manos la acariciaban como si fuera de cristal, estaba alerta y al pendiente de cualquier percance que pudiera dañarla. No quería que sufriera. Solo quería que lo gozara, que gimiera, que rogara por más… que me amara mientras la amaba.

Fue una conexión extraña y fuerte, sentía todo su cuerpo como si fuera uno solo con el mío. Escuchaba perfectamente su sangre circulando a gran velocidad en acorde al sonido desbocado de su corazón.

Llevé mi mano a su clítoris y mientras la penetraba placenteramente, comencé a acariciarla. Olía a gloria.

—Edward…—gimió —Oh, Edward…

Mi poca concentración se estaba disipando cada vez que la oía decir mi nombre de esa forma. Empecé a notar que mis caderas estaban actuando cada vez más bruscas.

Sus elevados gritos confirmaron mis sospechas.

Me concentré en amarla.

En hacerla feliz.

En darle siempre todo lo que necesitara.

Mordió mi hombro y mi nombre salió desfasado de sus labios.

Era mi fin, estaba al borde del abismo.

Amala Edward… amala y cuídala.

Nos rodé con cuidado y ella lo entendió al instante ya que rápidamente comenzó a cabalgarme.

Una delicia.

Sin poder evitarlo tomé sus caderas y las restregué contra las mías mientras instintivamente empujaba hacia arriba. Sus paredes vaginales se cerraron y soltó un grito sordo.

Era su fin…

El fin de este viaje… mas no el de su vida.

Levanté mis caderas lo más que pude y sentí como temblaba sobre de mí. Volví a tomar la cabecera, la apreté canalizando mis ansias de penetrarla con más fuerza de la necesaria y me limité a gemir y dejarme llevar en ese viaje sin retorno. La cabecera crujió unas tres veces más, pero no me importo. Toda mi atención estaba sobre la mujer que trazaba círculos frenéticos sobre de mí, mientras teníamos nuestro mutuo orgasmo. Mi viaje terminó, cuando me vacié en ella.

Bella se dejó caer sobre mí cuerpo y la estreché fuerte.

Ella suspiró y me regalo una sonrisa arrebatadora. Acuné su rostro con ambas manos y la besé con todos los sentimientos que me irradiaban.

—No te imaginas cuanto te amo. —declaré en cuanto me alejé para dejarla respirar.

—Y yo a ti… eres mi vida.

—Y tú la mía. —respondí acariciando su cabello. —Anda, duerme ya. Yo vigilare tus sueños.

Bella soltó una risita nerviosa y se acurrucó en mi torso.

—De acuerdo. Dejo mi sueño en tus manos.

Acaricié su espalda desnuda y después de unos momentos… mi Bella ya estaba dormida.

Dejé de abrazarla para contemplarla toda la noche. Al paso de unas horas, busqué rastros de nuestra pasión imprimados en su piel… pero no había nada. De hecho, una preciosa sonrisa adornaba su rostro. Respiré hondo y profundo y me permití sonreír como ella.

Todo había salido bien. Mi frágil esposa seguía con vida… y al parecer no la había dañado.

Bien hecho Edward…
***




Hasta aquí lo dejare por esta ocasión. Espero les haya gustado esta segunda vez en la Isla Esme. ¡Pobre Edward! Aguantándose y cuidándose todo el tiempo. ¿Aullidos para esta lobita Alpha?