Parte 07
La aventura de Isla Esme desde el punta de vista de Edward, sin tapujos, sin pena, solo amor puro.
Ojo: Todos los personajes y nombres le pertencen a Stephani Meyer, aunque en las noches Jacob es mio en el dia Edward, y tambien me presta a Ian, a Jared y a Gabe... para los fines de semana... ahhh

¡¡Maldita Meyer, porque haces hombres tan irresistibles!!
Solo mayores de 18

Original de Kokoro Black

La coloqué con delicadeza sobre la cama. Sabía exactamente lo que le iba hacer y cómo se lo iba a hacer, pero aún así estaba algo nervioso. La miré con ternura y me aferré a la idea de que haríamos el amor como nunca.

Que todo saldría bien y que nos amaríamos sin reservas lastimeras. 

—Eres hermosa—pronuncié antes de dedicarme a desvestirla con paciencia.

Claro que me moría por tenerla ya desnuda y fundirme en su interior, pero quería que todo fuera perfecto. Así como ella misma lo era… perfecta, una diosa… mi diosa. Así que obligué a mis manos a mantenerse tranquilas. No fue tan difícil cuando me dediqué a disfrutar del proceso, su respiración se aceleraba y podía oler su excitación inundar la habitación.

No podía dejar de mirar a mi esposa, no podía dejar de fijarme en su maravilloso cuerpo y no podía dejar de tocarla.

Cada vez que la veía o la tocaba, una descarga eléctrica recorría todo mi cuerpo.

Bella me sonrió y sentí que el deseo se apoderaba aún más de mí. Aquella mujer tenía una sonrisa natural y espontanea que no tenía nada que ver con las sonrisas falsas y calculadas a las que había estado acostumbrado. Ella era autentica, única, y era mía.
Sonreí como idiota al contemplarla una vez más.

—¿Por qué sonríes?—me preguntó Bella también sonriendo y con un adorable rubor adornando su piel.

No contesté, me limité a apretarme un poco más contra ella.

Bella me acarició el pelo de la nuca y me apreté un poco más contra ella. Nuestras caderas estaban en contacto y suplicaban por moverse a un ritmo hipnótico… adoraba todo lo que Bella me hacía sentir.

La miré a los ojos y vi que mi esposa los había cerrado y que parecía subyugada. Al instante sentí algo muy potente en el pecho y sobre todo… entre las piernas. Me estaba volviendo loco de deseo.

La besé con ternura en el cuello y Bella se frotó contra mí. Aquel movimiento tan sensual me sorprendió.

—Edward—murmuró.

—Te deseo.

—Lo sé… ahora lo sé—susurró ella.

Contuvo el aliento cuando mis dedos fueron bajando cada vez más hasta encontrar el núcleo ya caliente de ella.

—También te deseaba cuando estábamos viendo la película—dije con suavidad—. Quería tenerte así.

—Edward…

Empecé a mover los dedos dentro y fuera de su calor. Ella abrió los muslos y se apoyó en mí, contando con que la sujetaría mientras la atormentaba.

—No digas nada por un minuto, ¿sí?

Bella que había abierto los ojos, vio cómo metía la mano entre sus piernas para acariciar su húmedo centro y juro que creí que iba a terminar ahí mismo al oírla gemir así. Pero, haciendo un esfuerzo para contenerme, tiré de la única prenda que me restaba quitarle, la única prenda que me cubría el acceso al paraíso. Un paraíso que estaba más que ansioso por volver a probar inmediatamente.


En unos segundos, las pantaletas estaban en el bolsillo de mi pantalón.

Respirando irregularmente, separé sus piernas y pasé un dedo por el centro, tan despacio que Bella levantó las caderas para seguir el movimiento de mi mano.

Lancé una especie de gruñido.

—¿Qué ocurre?

—Nada, es que estás tan húmeda…

—Por tu culpa. Por cómo me tocas…

Su sinceridad, su sonrojo, su forma de mirarme como si confiara totalmente en mí, me hizo sentir el hombre más importante del mundo.

—Eres mía, Bella, ningún hombre puede tocarte. Sólo yo. ¿Lo entiendes?

Me coloqué entre sus piernas y, sin dejar de acariciarla, incliné la cabeza. Cuando mi lengua rozó el sensible capullo, ella echó la cabeza hacia atrás, levantando las caderas. Casi no podía controlar su cuerpo mientras se movía y ondulaba, suplicándome que continuase. Y así lo hice, metiendo una mano bajo sus nalgas mientras con la otra trazaba círculos sobre la húmeda abertura.

Cuando introduje dos dedos, Bella contuvo un grito mordiéndose los labios. Estaba al borde del orgasmo, así que decidí seguí simulando la copula con dos dedos mientras lamía el hinchado capullo.

Ella se movía, se arqueaba, clavando las uñas en las sabanas hasta que por fin llegó al clímax, los espasmos que la golpeaban como una tormenta me excitaban aún más.

Gracias a Dios que no necesitaba respirar, porque en ese momento dudo que hubiese sido posible que lo hiciese, y menos aún con su excitación por toda mi cara… era el sabor a la gloria.

Lamí mi rostro y mis dedos… no podía desperdiciar… no quería hacerlo. Porque ella era mía.

Bella aún recuperándose de su orgasmo se apretó contra mí… aún buscando el contacto.

Demonios… por un momento sentí perder la razón. Sólo quería besarla, chuparla, entrar en ella y no salir hasta que los dos estuviéramos sin aliento. Me acerqué a su tibia boca y la comí a besos.

Mi preciosa esposa dejó escapar un suave gemido y levantó las caderas, buscándome, incitándome, diciéndome que estaba preparada.

Yo sólo pensaba en que quería hacer mío cada centímetro y cada poro de su cuerpo mientras mordisqueaba su cuello. Su sangre corría despavorida, y la sed me estaba torturando, pero no podía importarme menos que el hecho de penetrarla y hacerla gozar hasta el cansancio.

Con pesadez me alejé unos segundos para desnudarme. Creo que fui tan rápido que Bella ni se percató de mi ligera ausencia. Volví a acariciarla mientras ella pasaba las manos por mis hombros. No iba a poder contenerme más.

—Bésame…—murmuró.

—Bella —susurré, deslizando las manos por su espalda para agarrar su trasero, apretándola contra mi erección.

Ella reaccionó rápidamente con la más íntima de las caricias, enredando las piernas en mi masculina cintura. El sexo no había sido parte de mi vida por más de un siglo, pensaba que era algo corriente, algo de protocolo. Nada que ver con aquello, nada que ver con tener a Bella así… rogando por mi intrusión dentro de su cuerpo. Nada como tocarla y hacerla suspirar.

Deseaba eso, la deseaba a ella. Y sabía perfectamente que ella a mí, lo notaba en sus jadeos, en su forma de mirarme. Estaba tan felíz que mi pecho estaba inflado de orgullo y posesión. Mi esposa…

Mi mujer.

Era tan afortunado.

Me aparté un poco y empecé a besar su cuello. Me detuve para admirar sus pechos, los dos pesados globos parecían suplicar por mis atenciones. Bella dejó caer la cabeza en la almohada, mientras buscaba uno de sus rozados pezones con mis labios.

Pero cuando Bella sintió una gota de mi líquido seminal cayendo en el interior de su muslo, perdió la cabeza. Se frotó fuertemente contra mí, gritando como un animal herido mientras levantaba las caderas como si ya estuviera dentro de ella.

—Bella… —susurré, metiendo una mano entre sus piernas—. Cariño, eres tan dulce… Dime lo que quieres.

—A ti, dentro de mí…

Gruñí y mi boca se llenó de la maldita ponzoña que tuve que tragar en seco. Me coloqué sobre ella, separando sus piernas con la rodilla. Ya con mi erección colocada en la entrada de su cueva, Bella levantó las caderas, recibiéndome poco a poco.

Colocado sobre ella -y juro que casi sin respiración-, la miraba como un toro a punto de embestir.

Con una audacia que no creía posible, Bella se llevó las manos a los pechos y se acarició los pezones mientras la miraba a la luz de la lámpara.

—Tú… —fue todo lo que pude decir antes de entrar en ella con una profunda embestida.

Bella abrió las piernas para recibirme mejor, deslizando las manos por mi espalda para apretar mis nalgas, empujándome más hacía ella.

Me enloqueció por entero.

Empecé a moverme, cada embestida tocando ese punto que la dejaba con la garganta seca, haciéndola sentir desesperada por explotar otra vez.

Mi bendita esposa envolvió mi cintura con las piernas y seguí su ritmo… tenía que seguirlo, si no la lastimaría. Me estaba controlando a un nivel que ni yo mismo sabía que podía. Pero mi valiente y excitada esposa metió una mano entre nosotros y capturó rápidamente mis duros testículos.

Dejé escapar un gemido de sorpresa pero, mientras Bella jugueteaba con ellos, sentí que me ponía más duro, que todo mi cuerpo temblaba. Tuve que alargar mi mano hasta el restante de cabecero y descargar las ganas de destrozar a mi esposa, contra la madera mientras mis embestidas se convertían en rápidos asaltos, frenéticos asaltos que la obligaron a agarrarse a otro de los trozos del cabecero.

Apreté sus pechos mientras me movía, arqueándome casi como si fuera un semental, cada vez más rápido hasta que los dos perdimos el control.

Bella gritó y el orgasmo la dejó sin aire. Incapaz de detenerme, la seguí con una desesperada acometida antes de caer sobre ella, temblando sobre su piel húmeda y ardiente.

Volteé hacía la ventana y vi que apenas el sol se estaba ocultando. Sonreí como idiota y acaricié su piel. Lo único que realmente me había molestado era que la garganta me había estado picando en el acto. Teníamos dos semanas y tres días en Isla Esme, y ya me hacía falta mi buena dosis de caza. Y si me disponía a seguir haciendo a Bella mía en la cama. Más me valía ir a algún lugar cercano y saciar mi sed.

—Edward…

—Dime, Bella —.respondí regresando mi atención a ella.

—Te ves distante… ¿si te gusto? ¿Todo bien?

Solté una carcajada. Mi hermosa esposa, siempre pensando en que algo con ella estaba mal.

—Bella… —suspiré por lo bajo. —Créeme que mejor no pudo haber sido.

—¿De veras lo crees? —preguntó con una sonrisa picara.

—¿Quieres que te demuestre que tanto me gustó? —pregunté tomando su mano y guiándola a mi aun excitada entrepierna. Yo siempre estaría excitado a su lado. Siempre estaría listo para ella.

Bella contuvo el aliento y me miró con sus ojos ardiendo.

—Me encantaría que me lo demostraras…

Y así lo hice.

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Me levanté de la cama feliz y sonriente. Mi esposa estaba totalmente dormida y fuera de combate. No podía culparla, habíamos tenido una bastante agitada faena.

Me pesaba dejarla un momento sola sobre esa cama. Pero de verdad tenía que ir a cazar. Busqué un trozo de papel y un bolígrafo y le deje una nota simple y concisa:

"Espero que no despiertes y te des cuenta de mi ausencia pero si eso pasa, vuelvo muy pronto. Sólo he ido a caza. Vuelve a dormir y allí estaré cuando vuelvas a despertarte". Te quiero.

La doblé por la mitad y con el pecho inflado de orgullo, la dirigí: Para la señora Cullen.

La coloqué en mi lado de la cama y me escabullí por la ventana. La noche era agradable así que decidí viajar por el mar. Me metí al agua y nadé a toda prisa hasta Río de Janeiro. La jungla brasileña tenía a los gatos salvajes más deliciosos que alguna vez había probado. Las pocas veces que había estado por la zona, siempre me aseguraba de cazar ahí.

Decir que llegué a velocidad rayo fue decir poco. No quería que Bella se sintiera sola, así que mientras más rápido cazara y me largara, sería mucho mejor.

No tuve ningún problema en encontrar a mis primeras víctimas, los maté limpiamente y los bebí con urgencia. Pero al estar succionando su sangre, me visualicé succionando la piel de Bella.

¿Cómo rayos era posible que estuviera excitado y ansioso por poseerla a cada segundo?

Sonreí y seguí chupando la sangre. Y por un momento dejé que mi esposa invadiera mi mente y mis sentidos.

A fin de cuentas yo tenía derecho a fantasear con mi Bella… porque era mi esposa.
Porque era mía.

Me di prisa en cazar a otros tres gatos monteses y correr de nuevo a buscar el mar para poder regresar de nuevo a Isla Esme. Para poder regresar al lado de mí esposa.


¿Qué les pareció? El siguiente capi, ya es el último… es cuando Bella descubre que está embarazada y se acaba el trayecto en Isla Esme. Muchas gracias por todo su amor y apoyo… Vamos, déjenme un aullido que este capi me costó horrores!! Ahahahahaha  

Kokoro B.