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martes, 26 de julio de 2011

Traicion Imperdonable- Capitulo 8



Capítulo 7

Original de Cunning Angel
Aquella noche sentí en silencio
como un crujido en el alma
que me hizo pensar
que este amor llego al final.
Y desde entonces vivo en recuerdos
y no puedo salir de esta nostalgia
te fuiste con mi vida sin pensar
Y aquí sigo intentando
borrar todo el pasado
de un amor que fue todo lo que ves
no se como caminar.
Y aquí sigo escapando de ti
quiero encontrar otra vez mi verdad
la que un día más
me dará fuerzas para continuar
En la rutina que estoy viviendo
no hay un solo momento de poder disfrutar de esperanzas para amar
Ya soy amiga de mi tormento
ayúdame a olvidarte sin despecho
ayúdame a volver a respirar.
Y aquí sigo intentando
borrar todo el pasado
de un amor que fue todo lo que ves
no se como caminar.
Y aquí sigo escapando de ti
quiero encontrar otra vez mi verdad
debo continuar.
Y quiero pensar que
quizás mañana vuelva a ver amanecer
hoy quisiera pensar que
voy a escapar de esta inmensa soledad
quizás muy pronto no se cuando ni con quien
tendré el coraje de mirar atrás
para enfrentarme con mi realidad.

Aquello era real…
Superior a cualquier pesadilla que pudiese haber significado la imagen que reinaba en su mente.
Alivio, es todo cuanto podía sentir en ese instante, no existía atraso, no existía posible embarazo. Todo había sido producto de su retorcida imaginación, recordándole, advirtiéndole su falta. El remordimiento hacía trizas su interior, llevando con cada segundo que pasaba más al borde de la histeria. Sobretodo ahora, después de haber hecho el amor después de mucho tiempo, con ella, la mujer que él amaba, su esposa.
La carga de no haber esperado más, sólo un poco más, era devastadora.
¿Qué pasaría de ahora en adelante?
¿Cómo lo enfrentaría? ¿Cómo demonios le explicaría a Bella que tuvo relaciones con una mujer que no era ella?
Bella, la chica que lo deslumbró desde el primer día en que ambas miradas se encontraron, tranquila, tímida y frágil. Enamorado como se sentía, totalmente loco por ella, dependiente como un esclavo, aún así fue incapaz de ayudarla.
Observándola llorar en silencio, cada dieciséis de octubre, durante los últimos cuatro años. Recordando, culpándose una y otra vez por aquel suceso, imaginando a la perfección cada ínfimo detalle de aquello que pudo haber sido y no fue.
Su niña, su perfecta y adorada esposa… ¿Cómo pudo fallarle tanto?
¿En que momento dejó de luchar?
Prometió que haría que lo suyo funcionara, Bella confiaba en él. Sabía que lo hacía, pese a sus miedos, a sus inseguridades. Sin embargo fue débil…
Se rindió, las excusas jamás serían suficientes, no debió hacerlo, pero lo hizo, fue más fácil culparla a ella, a su carácter difícil, a sus constantes gritos… La había traicionado, y jamás conseguiría su perdón. Él lo sabía.
Con renuencia a separarse de ella comenzó a deslizar con tortuosa lentitud su brazo bajo el cuerpo de ella. Su mujer suspiraba contra su pecho logrando que su tibio hálito le estremeciese todo su cuerpo. Edward la deseaba, jamás conseguiría tener suficiente de ella.
Después de ese día las cosas no serían las mismas, sabía que ella aún lo amaba. Sólo esperaba ser lo suficiente valiente para asumir el costo de ello.
Continuó su cometido hasta que finalmente consiguió escapar de la tentación que representaba el cuerpo de su mujer y salió de aquella habitación, en dirección al baño. Tomó una ducha, permitiendo que las tibias gotas de agua le refrescasen la cabeza. El dulce aroma de su ángel seguía en su cuerpo, cada partícula de aquella hermosa fragancia se encontraba impregnada a fuego en su piel.
Y nuevamente se odió por ser un maldito insensato, egoísta y animal, por no haber sido capaz de esperar más, sólo un poco más.
Por qué demonios tenía que ser tan débil tan… predecible. Hizo exactamente lo que se esperaba de él, lo que su esposa se temió durante años. Aquella inseguridad que la siguió desde la adolescencia ese día se volvía contra ambos. Volviendo realidad la peor de sus pesadillas.
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Nada podría expresar lo que sintió cuando llegó del trabajo y encontró su casa vacía. Con Bella había pasado por problemas antes, pero los había superado. O eso intentaba creer…
Continuó con la vista fija hacia el frente. La densa lluvia no hacía menos dificultosa su labor. Con mayor ahínco enfocó sus ojos en el nebuloso parabrisas y mordió su lengua antes de soltar una maldición.
— ¿Dónde estás? — suspiró rendido ante el mudo auricular.
— Isabella, por todos los cielos dime de una vez donde estás.
— Quiero estar sola. ¡¿Cuántas veces tendré que repetírtelo para que lo entiendas?!
— Cariño, sólo quiero saber donde te encuentras. Dejaste a Renesmee temprano donde mis padres. ¡Es sólo una criatura! Ni si quiera me avisaste, me hubiese retirado antes del trabajo.
— Lo siento— farfulló, para dejarle el vago tono del teléfono como consuelo.
Sumido en una ambigua mezcla entre desesperación e ira ciega continuó mi cometido. Deambuló por todas las calles en donde ella podría estar. Había telefoneado a la mayoría de las amigas de ella consiguiendo con ello el mismo resultado. Nada.
El reloj marcaba las nueve de la noche y pese al dolor que la situación le causaba giró el vehiculo en sentido contrario, esta vez se daba por vencido. Debía ir a casa de sus padres por Renesmee. Si Bella quería pasar la noche fuera… pues que así fuese.
Frenó de forma abrupta cuando al faltarle dos cuadras para llegar a casa de sus padres divisó a su lado un pequeño parque. Sin embargo, no era cualquier parque, sino uno que frecuentaban Bella y él después de clases. Se pasaban horas bajo un enorme árbol.
Él acostumbraba recostar su cabeza sobre sus piernas y ella solía acariciar su cabello con tanta ternura, que finalmente él caía rendido por el sueño. En aquel entonces eran un par de adolescentes que se juraba amor eterno.
Por su parte, él aún se encontraba en cumplimiento de ese juramento, sólo deseaba que su niña no lo hubiese olvidado.
Estacionó su Volvo, sin importarle si estaba o no permitido aparcar en aquel lugar y salió corriendo en dirección al pequeño prado impulsado por una fuerza que no supo identificar, sólo sabía que tenía llegar a ese pequeño espacio verde, en medio de tanto suburbio.
La lluvia continuaba sin dar tregua, pero aquello no podría importarle menos. Siguió su camino en busca de aquel árbol, casi de forma autómata caminaba si detenerse, él necesitaba encontrar aquel sitio.
En medio de tanto verde una pequeña silueta captó su atención. En el centro de aquel follaje se mostraba un conjunto de columpios. Y sobre uno de ellos se mecía ella, sin notar su presencia aún.
¿Por qué habría venido hasta acá. Acaso ella sabía que él la encontraría?
Los largos y empapados rizos marrones se arremolinaban con ahínco en el límite de su cintura. Otorgándole a su rostro un aspecto irreal, tanto para bien como para mal.
Bella traía puesta sólo una delgada camiseta y unos jeans. Sus blancas zapatillas ahora se encontraban teñidas de un viscoso marrón gracias al barro que se había formado en el parque. Edward acercó hacia ella a paso lento, cuidando de no asustarla, ya que al parecer su concentración no estaba dirigida hacia el plano terrenal.
Ella se encontraba sumergida en una especie de trance. No abría sus preciosos ojos, sellándolos con furia, sólo permitía que estos se entreabriesen para liberar torrentes de gruesas lágrimas, mientras su frágil pecho subía y bajaba con ímpetu, liberando desgarradores sollozos.
La imagen de mi esposa me había partido el corazón, desee ser yo quien pasase por ese dolor. Quise tomar su lugar en aquel entonces y alivianar en algo su carga, ser para ella no sólo un consuelo sino su fortaleza.
¡Maldita sea ella no se merecía todo esto!
El vaivén del columpio carecía de intensidad por lo que no fue difícil detenerlo por completo, aún así ella no se inmutó.
Me arrodillé frente a ella, quedando a su altura, sus mejillas sonrosadas, irritadas de tanto llorar pedían a gritos mi roce. Deseaba tanto reconfortarla.
Amaba a mi mujer, la había perdonado hace mucho. ¡¿Por qué insistía en culparse por un error que formaba parte del pasado?!
Repace con mi dedo el hilo de lágrimas que surcaba sus mejillas. Ella ahora sollozaba bajito, la falta de aire y el agotamiento por tanto llorar comenzaban a pasarle la cuenta,
Acuné su rostro en mis manos, y por un instante me perdí en aquel semblante desvalido. Mi esposa se encontraba tan dañada, tan rota. Ya no sabía que hacer para ayudarla, verla así me desgarraba el alma.
— Amor— murmuré mientras unía nuestras frentes, incapaz de abrir los ojos al igual que ella, me concentré en el único hecho que me debía importar, el aquí y el ahora.
El frío había pasado a un segundo plano, la implacable y fiera lluvia era un asunto secundario, sólo interesaba mi mujer, deseaba ayudarla, necesitaba ser fuerte por ella, entenderla, e intentar que me abriese un espacio en un su vida, rogar por que no me hiciese a un lado otra vez, y conseguir que por una vez me mostrase los secretos que escondía su alma.
Sólo pedía que confiase en mí.
Su llanto poco a poco fue menguando a medida que avanzaban los minutos. Con nuestros rostros rozándose, el vapor de nuestras exhalaciones era el único factor que irrumpía en nuestro trance. No dilaté más el momento y envolví su tembloroso y pequeño cuerpo con mis brazos, atrayéndola más hacia mí. Quedando ahora ambos de rodillas sobre la húmeda tierra, al instante acomodé a mi ángel sobre mí regazo, como si de un niño se tratase, y lo ví, en el exterior se mostraba como una mujer segura y fuerte, con la madurez suficiente para sobrellevar las cargas que un hogar conllevaba, pero en su interior, en momentos como este no era más que la niña insegura de la que me enamoré como un loco, la inmadura joven que en un acto irracional cometió un error, uno grande y catastrófico, pero no por eso imperdonable, el tiempo cura todo… debía hacerlo.
Depositó un beso en su frente, mientras ella escondía el rostro en su cuello.
— Sigo intentando…—masculló contra su piel.
— Tranquila— susurró en su oído, sin dejar de acariciar sus largos y empapados cabellos, intentando con todas sus fuerzas pensar en algo ajeno al dolor mientras deslizaba sus dedos por los exquisitos rizos que se formaban en sus puntas.
— Te Amo ¿Me oyes? Te amo más que a mi vida. — declaró con el corazón en la mano
— Hoy se cumplen tres años— gimió ahogada, aferrándose con fuerza a la tela de su camisa y sus breves palabras terminaron por confirmar lo obvio, lo que él temía, pero que en su interior estaba convencido era el causante de todo, su reciente actitud, su llanto, su huída, todo.
Hoy era dieciséis de octubre…
— De seguro sus ojos serían verdes como los tuyos…— afirmó con falsa alegría, torturándose de forma enfermiza.
— No sigas—Edward pidió en un hilo de voz.
— Necesito hablar… no puedo continuar… no lo soporto más, no puedo seguir con esto encerrado en mi pecho.
Aumentó la presión de sus brazos ciñéndose más al cuerpo de su mujer. Superarían eso, tenían que hacerlo.
— ¡Isabella! Sabes muy bien que está en un lugar mejor, descansando. — Hizo acopio de valor y tal vez un poco de lógica, aquello estaba resultando sólo un torpe y pobre intento de aliviarla. Sin embargo, su esposa continuaba ocultando su mirada. ¿Acaso no notaba que le hacía daño? ¿Es que no se daba cuenta que también le dolía?
— Amor te lo estoy pidiendo, no Bella, me corrijo, esta vez te lo estoy suplicando.
— Permíteme ayudarte, atravesemos por esto juntos. Yo no puedo con esto sólo pequeña.
— Me obligas a ser fuerte y no me molesta en absoluto, pero entiende que ambos perdimos a un hijo, tanto tú como yo. No me excluyas, por favor amor mío, no lo hagas.
Su ángel liberó la zona de su cuello, y por primera vez desde que la encontró en este parque se dignó a erguir el rostro, clavando sus hermosos orbes marrones en él, se encontraban hinchados e irritados, aquel deslumbrante brillo inicial había sido sepultado por una tórrida opacidad.
La pequeña mano se situó trémula en su mejilla, acariciando su rostro con timidez mientras se disponía a hablar.
— Pensé que sabía nadar… ¿Entonces Edward, por qué me ahogué?

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El agua continuaba limpiando los vestigios de la hermosa noche vivida en compañía de su esposa. Le parecía tan vivido y a la vez tan irreal. Sin embargo, lo era, era verdad.
Las huellas de aquel encuentro se encontraban grabadas por todo su cuerpo, ella lo había marcado como suyo, y él había disfrutado cada segundo de ello.
No fue conciente del instante en que comenzó a llorar, mientra maldecía por lo bajo para no despertar a su hija y su esposa.
Se secó y vistió rápidamente, para tener el desayuno listo antes de que su mujer e hija despertasen. Aquel sería el día en que hablarían las cosas, de forma seria. Tal y como había sugerido Bella anoche, pero que por miedo a sus dichos prefirió evitar.
Cuando ya se ha oído todo, simplemente se prefiere ignorar lo que se muestra obvio. Después de años de soportar sus constantes insultos y acusaciones injustificadas, la única salida que le quedaba era huir.
La bandeja a simple vista se veía apetecible, se había asegurado de preparar leche, en caso de que Nessie despertase.
Salió al jardín, aún descalzo y el molesto frío matutino caló hondo en sus huesos.
Caminó despacio, para que Bella no le oyese a través de la ventana y apoyó uno de sus pies en el muro.
Maldita planta … ¡Por qué tenían que encontrarse sus botones tan jodidamente altos!
Después de adquirir tres nuevas perforaciones en su cuerpo, que a diferencia de los piercing, resultaron ser sucias espinas del infernal rosal de su esposa. Consiguió obtener el maldito botón que se encontraba en la cúspide, de un rojo sangre, hermoso y llamativo, únicamente comparable con la belleza de su mujer.
Si, obviamente el mérito valía la pena.
Congelado como estaba ingresó convertido en una bala al interior de la casa.
Revisó nuevamente si estaba todo en orden, dos tazas, azúcar, café, tostadas, galletas, leche para Nessie, agua, y en el costado izquierdo dándole en empalagoso efecto de romanticismo se encontraba su reciente adquisición.
¡Demonios estaba siendo un idiota! Lo más seguro es que Bella ni siquiera lo notase…
Comenzó a caminar hacia la habitación, lento y pausado, nadie lo apuraba, además se encontraba un tanto nervioso, ¿Qué le diría? ¿Cómo se tratarían a partir de ahora?
Después de tanto discutir e ignorarse, actuar como un par de enamorados no sería fácil. Sin embargo, ahí estaba aquel nefasto error "Actuar" simular odiarse, fingir no soportarse. ¡No tenían que actuar como un matrimonio feliz! Simplemente se trataba de ser uno mismo. Honestos con el otro, hablar las cosas.
Lentamente abrió la puerta, y la imagen que encontró le obligó a sonreír de manera torcida.
Su esposa se encontraba sentada sobre la cama, su cabello alborotado en una forma extraña y casual, natural como todo en ella.
Sus ojos le observaban como si hubiese visto un fantasma. ¿Qué esperaba? ¿Que se levantase y actuase como si nada hubiese pasado?
Los hilillos de lágrimas que se encontraban surcando sus mejillas le demostraron que era exactamente lo que ella esperaba de él, que la dejase.
No dejó que aquel pensamiento borrase la sonrisa en su rostro, se encontraba demasiado esperanzado, para que la culpa le arruinase ese momento.
Depositó la bandeja sobre el pequeño velador que se encontraba al costado de la cama y se acercó a ella.
Se inclinó hacia su rostro y depositó un casto beso en su frente antes de sentarse junto a ella en la cama.
— ¿Qué tal amaneciste? — preguntó, mientras acariciaba su mejilla.
— No lo sé, aún no despierto. — respondió ruborizada.
.
.
Aquella noche sentí en silencio
como un crujido en el alma
que me hizo pensar
que este amor llego al final.
Y desde entonces vivo en recuerdos
y no puedo salir de esta nostalgia
te fuiste con mi vida sin pensar
Y aquí sigo intentando
borrar todo el pasado
de un amor que fue todo lo que ves
no se como caminar.
Y aquí sigo escapando de ti
quiero encontrar otra vez mi verdad
la que un día más
me dará fuerzas para continuar
En la rutina que estoy viviendo
no hay un solo momento de poder disfrutar de esperanzas para amar
Ya soy amiga de mi tormento
ayúdame a olvidarte sin despecho
ayúdame a volver a respirar.
Y aquí sigo intentando
borrar todo el pasado
de un amor que fue todo lo que ves
no se como caminar.
Y aquí sigo escapando de ti
quiero encontrar otra vez mi verdad
debo continuar.
Y quiero pensar que
quizás mañana vuelva a ver amanecer
hoy quisiera pensar que
voy a escapar de esta inmensa soledad
quizás muy pronto no se cuando ni con quien
tendré el coraje de mirar atrás
para enfrentarme con mi realidad.
Un tierno movimiento de la delgada y frágil mano que rodeaba su cintura le proporcionó la calma que le urgía sentir en estos momentos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

me encantoo!!! siempre deseando mas de esta historia! gracias por escribir! un abrazo
Ma. Veronica

titaling dijo...

Hermoso capitulo!! cargado de muchas emociones es imposible no llorar...un abrazo

Bell.mary dijo...

Muy buen capitulo cargado de muchas emociones encontradas, solo hay que esperar para ver si se arreglan las cosas entre ellos, haber que sucede con lo del embarazo.
Besos

nydia dijo...

dios como amo esta historia y e llorado de tanta emocion y pena y espero puedan seguir adelante a pesar de los problemas que vendran...Besos...