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domingo, 5 de julio de 2015

Salvaje, Perversa y Atrevida- Capitulo 8


Capítulo 8
 Adaptación de Krizia C.
¿Existía algo que ella no le permitiera a Emmett? Lo dudaba. Ahora, apoyada en manos y rodillas, con el sexo y el ano expuestos ante él, la idea de que penetrara en su estrecho orificio de atrás aumentaba todavía más su excitación. El pene de él entrando ahí, poseyéndola de una forma que no había hecho ningún hombre… Le entraron ganas de ponerse la mano entre las piernas y masturbarse hasta llegar al orgasmo, sólo de pensar en él invadiéndole el ano con su grueso pene.

—Sí, Emmett, estoy preparada.

Iba a darle absolutamente todo lo que él quisiera.

— ¿Has permitido alguna vez que un hombre poseyera tu culo?

La tensión con que lo preguntó, sólo sirvió para abastecer de combustible la excitación de ella.

—No, Emmett.

Él permaneció junto a la cama, mientras ella estaba apoyada en manos y piernas, con los pies colgando a un lado. Le acarició las piernas, subiendo por las pantorrillas hasta los muslos y luego las nalgas antes de propinarle una ligera palmada en el culo.

— ¿Cómo es que ningún hombre ha follado nunca ese apretado culo, nena?

Ella se encogió de hombros.

—Porque no se lo permití.

—Pero a mí vas a dejarme, ¿verdad?

—Sí.

— ¿Alguna vez te has introducido un juguete o algo así?

¡Dios, vaya preguntas! La avergonzaban y la inflamaban de deseo por correrse.

—Sí, lo he hecho.
Él volvió a golpearle el trasero; el escozor la hizo moverse contra su mano.
Él le acarició la nalga con un movimiento que era la antítesis de la dura palmada de unos segundos antes. Cuando le introdujo los dedos en la vagina, ella se lanzó hacia ellos, necesitando que su pene la llenara otra vez.

—Cuéntamelo —dijo él, sacando los dedos y sustituyéndolos por la polla.

 Embistió con fuerza. Ella echó la cabeza hacia atrás y gimió, para luego mover el trasero contra la pelvis de él.

—Algunas veces me masturbo con los dedos y me introduzco un vibrador en el ano — admitió ella, preguntándose si él aceptaría todas sus perversiones.

— ¡Maldición! —susurró él—. ¿Y qué fantasías tienes cuando haces eso?

—Que me poseen dos hombres.

Él le dio una palmada en el culo y ella gimió.

— ¿Quieres que te follen por partida doble, nena?

Se sintió poseída por la necesidad de abandonarse a Emmett como nunca antes lo había hecho con ningún hombre.

—No. Pero te aseguro que me gusta pensarlo mientras me corro.

—Quédate ahí.

¡Como si ella pensara en irse a alguna parte! Él se apartó y entró en el cuarto de baño. Ella estiró el cuello para ver lo que estaba haciendo. Él volvió al cabo de un momento con un frasco de lubricante y una toalla.

—Date la vuelta y mira de frente —ordenó—. Y separa más las piernas. Quiero ver ese ano.

Ella tembló, el clítoris le palpitó. Deseaba tocárselo y frotarlo hasta el orgasmo. El deseo era muy fuerte, pero esperó, sabiendo que Emmett quería controlar el juego. La tensión de preguntarse lo que él iba a hacer y cuándo, era dulce y dolorosa a la vez. La imposibilidad de mirarlo incrementaba la sensación.

Notó que algo cálido se escurría lentamente por su culo. El lubricante. Él se lo aplicó en el ano y luego frotó éste con la yema del dedo. Ella gimió sin poder evitarlo. Ahí las terminaciones nerviosas eran muy sensibles. Jugaba a menudo con su propio ano cuando se masturbaba, pero eso no era nada comparado con que fuera Emmett quien lo tocara.

—Dulce culito —murmuró él introduciendo el dedo por la apretada barrera de músculos, penetrándola hasta que una ardiente sensación se apoderó de ella. Se contrajo al sentir la oleada de placer en el clítoris. Estuvo a punto de desmayarse, con un gruñido de placer, cuando él empujó la polla en su sexo a la vez que le sumergía el dedo en el ano.

—Emmett. —Aquello fue lo único que pudo decir en respuesta a la sensación de plenitud que le producía su pene y tener el dedo de él en el ano.

—Apretado. Muy apretado —dijo él, retirando un poco el dedo para luego introducírselo hasta el nudillo—. ¿Puedes aceptar mi polla ahí, Rose?

—Sí.

—Dime lo que deseas, nena.

Ella empujó contra su dedo y contra su polla.

—Fóllame el culo, Emmett. Deprisa.

Él sacó el dedo y le puso más lubricante. Ella elevó el trasero, anticipando y necesitando su invasión.

— ¿Estás preparada para mí?

—Sí —respondió ella, tan sin aliento que ni siquiera le pareció que se tratara de su voz—. Por favor.

—Me encanta cuando suplicas por mi polla, nena.

Ella notó el grueso glande en el ano, tan tenso que sería asombroso que cupiera en el estrecho canal.

—Te va a doler. Soy grande.

—Lo sé. Fóllame.

Él le pasó la mano por las nalgas al tiempo que se abría paso lenta y cuidadosamente, a pesar de los intentos llenos de impaciencia de ella por conseguir que empujara fuerte y rápidamente. Aquello quemaba. Dolía. La sensación de que la colmara con su grueso miembro, invadiendo un lugar donde no había estado ningún hombre, era maravillosa.

Al entregarle a Emmett algo que nunca había entregado a otro hombre, era como si Rose fuera virgen. Las suaves palmadas de él en su espalda y sus nalgas eran tan dulces que le llenaron los ojos de lágrimas.

Pero entonces él empujó con fuerza, introduciéndose en ella hasta la empuñadura.

— ¡Dios! —exclamó él—. ¡Qué apretado!

Ella lo oyó respirar hondo y luego se retiró para volver a embestir.

— ¿Estás bien?

El dolor disminuyó, siendo sustituido por un placer embriagador, la urgencia de correrse mientras él cabalgaba sobre su culo y la necesidad de sentir que la poseía por completo.

—Estoy bien. Fóllame fuerte.

Él gimió.

—Acaríciate el clítoris para mí, Rose. Provócate un orgasmo.

¡Por fin! Se llevó la mano a la entrepierna y se tanteó el clítoris dilatado y dolorido a causa de la creciente presión. A cada golpe de sus dedos, la espiral de sensaciones se acercaba más, rodeándola, llevándola más cerca de la cima.

Emmett aceleró el ritmo, impulsándose más fuerte en cada acometida, golpeándole con los testículos el coño a la vez que le follaba el ano. La sujetó por las caderas, clavándole los dedos mientras se movía con dureza.

—Me voy a correr en tu culo, Rose. ¿Estás preparada para mí?
Los dedos de ella se movieron más veloces sobre el clítoris, tan cerca del orgasmo que apenas podía hablar. Gimió, clavó el trasero contra él y gritó, con el cuerpo presa del orgasmo.

Sintió las contracciones de su propio ano, apresó y le exprimió la polla, sorteando una oleada tras otra de un clímax increíble, mientras Emmett se estremecía y se tensaba contra ella, y luego lanzaba en su interior calientes chorros de semen. 

Él se inclinó y le apartó el pelo, besando los húmedos mechones de su cuello, mientras ella jadeaba debajo de él, intentando recobrar la respiración. Él le rodeó la cintura con un brazo para sostenerla. ¡Dios, a ella le temblaban los brazos!

— ¿Una ducha? —le susurró él al oído.

Ella se rió.

—Gran idea.

La levantó de la cama y la llevó al cuarto de baño, depositándola en la ducha.

 Ella la había reformado también, añadiéndole varios propulsores de agua en tres de sus lados. Se divirtieron bastante con ellos, una vez que Emmett la hubo lavado de pies a cabeza, jugando un buen rato a lanzarse disparos de agua el uno al otro, antes de cerrar definitivamente el grifo.

La secó con una toalla enorme y luego la llevó a la cama, ordenándole que se quedara quieta mientras él bajaba al vestíbulo.

Llevaba fuera un rato y Rose se preguntó dónde habría ido.

Cuando al fin regresó, llevaba una bandeja con dos vasos de té helado, fresas y sirope de chocolate. Ella se sentó en la cama y alisó las sábanas mientras él colocaba la bandeja en el centro, entre ellos.

— ¡Qué bueno! Me encantan las fresas. —Iba a coger una, pero él le dio una palmadita en la mano.

—Permíteme. —Cogió una, la hundió en el sirope de chocolate y se la deslizó entre los labios. Ella lamió el chocolate antes de dar un mordisco, disfrutando del dulce sabor que estalló en su boca.

— ¡Oh! Esto es el cielo.

Emmett se inclinó hacia delante y le acarició los labios con los suyos, deslizando la lengua sobre ellos. A ella le dio un vuelco el estómago con emoción y deseo renovado.

—Sabes dulce.

—En el dormitorio eres tú quien manda. ¿No debería ser yo quien te alimentara a ti? — preguntó ella cuando él le ofreció otro bocado.

Él sacudió la cabeza.

—Esto no funciona así. Al menos ésa es mi opinión. Creo en la igualdad de oportunidades.

Será suficiente con que me prestes tus servicios en el dormitorio —dijo él con un destello malicioso.

—Demonio.

—Perversa.

Le metió otra fresa en la boca y la acompañó con un beso. Ella suspiró de felicidad y sonrió al hombre al que amaba.

De haber sabido lo que se estaba perdiendo, se hubiera olvidado del control muchos años antes.

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Y así se nos acaba otro libro de esta excelente adaptación, Y ahora es el turno de Alice, uf!, uf!, uf!...

3 comentarios:

Bell.mary dijo...

Ufffff que capítulo tan candente directito a la ducha fría después de devorarme este capítulo nena ... :-)

Que gusto que Rose y Emett estén juntos y disfrutando de lo mas lindo todo su amor, por fin Rose comprendió que el era el indicado y que con el podía bajar la guardia, de lo que se estaba perdiendo por negarse a salir con él, lo bueno es que Emett es perseverante y lucho con todo para conquistarla.

Gracias por compartirnos esta historia .... y ahora a esperar la historia de Alice ... Besos

Anónimo dijo...

Krizia por Dios sufri una combustion espontanea ufffff demasiado hot para nuestro bien jajajaaaaa como sera la de Alice y jasper!!!

maty dijo...

wow krizia bastanta hot el capitulo... que alguien me aviente agua fria por favor jajaja estos 2 tortolos si que se divierten, quien no quisiera un Emmett (yo si jajaja) que Rose ta afortunada casa nueva y marido nuevo jajaja ahora a leer que aventuras vivirá Alice....

gracias Krizia por la adaptación y gracias Coka por publicar :D

Saludos Maty